PitaPata Dog tickers

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domingo, 21 de agosto de 2011

Grados de parentesco

Publicado por Paula

Es tal el amor que en nuestra casa sentimos por nuestras mascotas que son uno más en la familia. Van donde vamos nosotros; comen de lo bueno, lo mejor; no les falta cuidados, paseos, atención veterinaria, y sobretodo cariño, mucho cariño. Además, por si todo eso no fuera poco, establecemos grados de parentesco. Pero no estamos locos, ¿vale?

Cuando llegó a casa nuestra primera mascota, una perrita de aguas llamada Patty, yo era aún una niña de 11 años, y para mí, esa perra, fue una hermana. Jugaba con ella, y mis padres le procuraban aquellas otras cosas que yo, por mi edad, no podía. Si Patty era “mi hermana”, mis padres por tanto eran “sus padres”. De hecho, la decíamos: ¡busca a papa!, y se iba donde estaba mi padre, o ¡busca a mamá!, e iba donde estaba mi madre. Fue una perrita muy lista y muy buena pero por desgracia una enfermedad se la llevó muy pronto.

Las otras dos perritas que tuvimos con posterioridad, de aguas también, fueron igualmente “mis hermanas” e “hijas” de mis padres. Tuvimos el privilegio de disfrutar de Tess durante 17 años, y Keka, adoptada ya muy mayor, también tuvo una larga vida.

Merece también su mención la gatita Lola, que aunque fue una gata muy arisca e independiente, la quisimos mucho. Lola tuvo una madre muy especial. Fue Patty. Cuando encontramos a Lola abandonada en un descampado Patty tuvo un embarazo psicológico y la amamantó, así que ya está claro quien fue la mamá. Lola vivió también 17 años.

Los gatos, han sido otro cantar. Han llegado a esta casa cuando yo ya he sido más mayor y me he encargado de ellos prácticamente al 100%, tanto en cuidados, atenciones y dedicación como en su manutención. Son “mis hijos”, y los quiero como tales. Por poner un ejemplo, cuando hablo de ellos, hablo de “mis niños”, y cuando me voy de vacaciones, les digo que se quedan al cuidado de “los abuelos”, o sea, mis padres.

Pues bien, con la llegada de May, pensé que iba a tener “una nueva hermanita”, y mis padres serían “sus padres”, pero, me temo que no va a ser así.

Desde el primer día he sido yo quien se encarga de su educación, enseñándola buenos modales, a sentarse, a estarse quieta, a dar la patita… a hacer sus necesidades en su sitio, a jugar con ella mas que nadie, a darla sus primeros paseos en la calle y reprenderla siempre que hace algo mal por muy duro que sea decirla ¡¡eso NO!! más aún cuando te mira con esa carina. Mi madre también procura hacerlo pero muy relajadamente, pero…, ¿qué hace mi padre?, ¡mi padre la malcría!. Está poco tiempo con ella pero el tiempo que le dedica es para permitirla hacer todo lo que yo no la paso; ladrar, cogerla cuando llora, no reñirla cuando hace algo fuera de su lugar o cuando lanza una dentellada…etc…y es que ahora resulta que mi padre dice que se pide ser “el abuelo” para malcriarla y que yo sea la madre “señorita Rotelmeller”, para educarla.







1 comentario:

  1. Esa mami... cómo la enseña de bien. Ahora los abuelitos, todo hay que decirlo, deben seguir los consejos de una buena madre... aunque claro, como bien dice el abuelito, los abuelos están para consentir, es cierto.

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